Ricardo Rojas: «Mi ídolo es Leonardo da Vinci»

El misionero, ex defensor de River contó que en la actualidad no mira fútbol, sigue con su diesel, planta en una huerta y acepta que fue un bicho raro en el ambiente.

Foto: Diario Olé

Foto: Diario Olé

En una nota cedida al diario deportivo Olé, Ricardo Rojas mostró su nuevo perfil de ex futbolista que sólo sale a correr «por los mismos lugares donde corría cuando tenía sueños». Reconoció que fue un «bicho raro» en el ambiente, y que el gol a Boca, sólo le permitió «renovar el contrato y recibir el afecto de la gente».

¿Qué es de tu vida, Ricardo?

-Me retiré y me tomé un año sabático para pensar.

-¿Hace cuánto que no tocás una pelota?

-Y… bastante. Pero cada tanto me prendo en algún picado con unos amigos.

-¿Está viendo fútbol?

-No. Siempre me gustó jugarlo pero no verlo. Ni tengo cable. Prefiero leer.

-¿Qué estás leyendo?

-En este momento de mi vida me incliné por libros técnicos. Terminé uno de microeconomía y otro de electricidad básica en inmuebles. Lo último que leí sobre humanismo fue a Jaime Barilko, un filósofo que ayuda a comprender las relaciones humanas.

-¿Algún diario?

-La Nación. Y dos o tres veces por año me compro Olé. Entonces miro las formaciones y me digo: «¡Uy, mirá dónde está jugando este fulano…!».

-O sea, se terminó el jugador y se terminó la pelota para vos.

-Exacto. Con mis amigos hablamos de economía u otros temas. Hace poco conversábamos de cómo en Catamarca y La Rioja existe un destacado desarrollo de la oliva. O de que a la gente, en general, los números del INDEC le brindan otra realidad.

-Fútbol no, pero política a full parece…

-Es que de estar en el default pasamos a tener una proyección a futuro sorprendente. Es más: en el 2005 parecía que tendríamos más ventajas comparativas que Brasil. Pero hoy es todo lo contrario. Ellos lograron un gran crecimiento petrolífero, potenciaron su sector primario y motivaron la llegada de inversiones para la industria.

-Tiembla Nelson Castro.

-Fueron más lentos pero la política no se modificó tanto como la nuestra. Ahora escuché que los uruguayos venden más carne que nosotros, es una cosa de locos. Algo estamos haciendo mal. Usamos la inteligencia sólo para hacernos los vivos.

-Tenés una mirada decididamente pesimista.

-No, uno tiene que ser optimista. Hay que encontrar una motivación. Si no, nos pegamos un tiro. Por eso charlamos con mis amigos de que hay que tratar de buscar noticias positivas. Si me pongo a leer el diario o a mirar la televisión, lo primero que voy a hacer es salir a la calle a buscar un tren. Esto es como el efecto contagio en la cancha. Si uno escucha a un compañero decir que ojalá no nos hagan tres, la moral se te va al piso. En cambio, si uno a un chico le dice que es inteligente, con el tiempo va a confiar en su inteligencia.

-¿Y tu hijo Ricardito en qué anda?

-Está practicando taekwondo, básquet, ajedrez. El deporte sólo me preocupa como una descarga de energía. Si en algún momento tiene un talento, que haga lo que le guste. Mientras sea honesto. Los padres de Alberto Castillo querían que fuera médico. Pero el día que Alberto recibió el título, les dijo: «Ahora me voy a cantar». Y debe ser así.

-¿Te sentiste un bicho raro en el ambiente?

-Me causa satisfacción ver a la gente que consigue las cosas a través del sacrificio. Hoy se está imponiendo la cultura del menor esfuerzo. Dame plata, auto y que las chicas me sigan.

-Reconocés que eras distinto a tus compañeros.

-Mirá: con Comizzo tuve una gran relación. Creo que ahora es técnico, ¿no? Era bajo perfil, tranquilo y supo invertir. Ramón Díaz lo mismo. Trabaja de técnico porque le gusta y no anda diciendo lo que tiene. El señor Pellegrini es otro que no sale mostrando lo que se compró.

-Como vos. Aunque en tu caso también les escapaste a los lujos.

-Me di ciertas satisfacciones. Pero soy consciente de que esto dura poco. Podés estar en la torre y a los dos años en el subterráneo. Tyson perdió unos 300 millones de dólares en un poco más de un año.

-¿Te quedaron amigos?

-Víctor Zapata, Ledesma, Comizzo. Son personas chapadas a la antigua. Tienen conceptos claros. Son muchachos que no cambian por un peso más. Y eso vale porque a veces, en este ambiente, se pierden los principios cuando se entra en una condición económica mejor.

-¿Vos fuiste como un obrero que trabajaba en una fábrica de fútbol?

-Se puede decir que sí. Uno no es jugador de fútbol, trabaja de eso pero ante todo es una persona común. Lamentablemente el ser futbolista hoy acapara todo.

-¿A quién tomás como modelo?

-Mi ídolo es Leonardo da Vinci. Tenía muchísimas curiosidades y la capacidad mental de abarcar varias disciplinas a las vez. Tengo un amigo albañil que sabe soldar, hacer trabajos de plomería y todos los días trata de adquirir nuevos conocimientos. Esto es interesante, porque ante los vaivenes de la globalización se adapta a distintas situaciones.

-¿También fue tu caso?

-Hubo un tiempo en el que en River no jugaba. Entonces, hice cursos de administración. Eso me sirvió. Hoy sé lo que es un plan, un presupuesto. No soy experto, pero entiendo.

-¿Seguís con la huerta para autoabastecerte?

-Sí, ahora planto tomate, maíz, zapallo, lechuga. Tengo unas naranjas riquísimas. Y nos vienen bien porque están caras.

-¿Y el Renault 19 diesel lo mantuviste?

-Tengo un Fiat, pero el diesel no lo cambio. Está demostrado que rinde más.

-¿Qué significó el gol a Boca en tu carrera?

-La chance de renovar el contrato y el cariño del hincha. Ni en los entrenamientos hice un gol como ése. Ahí, como mucho, podía lesionar a mis compañeros. Lo vi un par de veces y todavía me sorprendo por lo que me salió.

-Tu talento es otro.

-Como me decía Comizzo, «usted Rojas es hacha y tiza». Lo interesante es que uno tenga en cuenta sus fortalezas y sus debilidades. Yo sabía que marcaba bien y que debía entregarle rápido la pelota a un jugador con el mismo color de camiseta.

-¿Hoy hacés lo mismo?

-Intento. Algo hago porque me recomendaron que no dejara de golpe. Es contraproducente pasar de la alta competencia al sedentarismo. Y hoy salgo a correr por donde corría cuando tenía muchos sueños.

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